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España 1-0 República Checa
Piqué sí la sabe meter
España sigue tan fiel a su idea de fútbol romántico, de buenas maneras y mimos cabellerosos, que cuando se da cuenta de que tiene que meterla no encuentra el agujero. Tuvo que aparecer en el 87' Piqué, dandy donde los haya, para que la velada culminase en conquista.
Por @MarioCortegana
No hace falta explicar a estas alturas que todo cuanto merece la pena nace tan lejos de las facilidades como cerca de las dudas. Entre otras cosas porque cualquier inicio implica cambios, decir adiós al pasado para construir un ilusionante presente desde el que mirar al futuro. En el de esta España sobresale uno por encima del resto, de carácter casi más histórico que deportivo, el del relevo de Casillas a manos de De Gea. También asomaron al principio del fin de la transición dulce de Del Bosque Nolito y Morata.
Fue el -aún- delantero de la Juve el que más despertada exhibía la predisposición para el gol. Por él llegaron las dos primeras ocasiones españolas. A la primera le invitó un fino Silva, empeñado en ponerse a la altura de un Iniesta monumental; la segunda se la consiguió él a sí mismo, evidenciando lo ya sabido desde hace tiempo: aun cuando no ha afinado la mirilla, Alvarito ya es don Álvaro en el área, donde más difícil es demostrar categoría y saber estar. El resultado, no obstante, siempre era el mismo: la ley de Cech.
El plan de los de Del Bosque parecía consistir en moverla hasta que la chispa prendiese. Y solía hacerlo entre tanto jugón turnando sus apariciones. Sólo Cesc desentonaba algo. Con tanta calidad y amor al balón, el premio parecía seguro, aunque sólo fuera por insistencia.
Alba, mas tímido que Juanfran, la tuvo en el 40', a lo que el del Atleti replicó después metiendo un buen balón a Silva, que se vio sin tiempo para solucionar el gol ante la salida de Cech. Tardó un poco España, pero al descanso ya había trazado el partido que quería. Más compleja era la encrucijada de los checos, tan conscientes de la dificultad de ser vencidos como de su imposibilidad de saber vencer.
España entró a la segunda mitad con la directa, cerca de encontrar el camino a la victoria con un autogol rival que no hubiera sobrado tras tanta falta de atino propio, negación goleadora que volvieron a constatar Nolito y Ramos en un barullo en el área.
El rival ya no eran los 11 checos, sino el reloj escalando peldaños hacia el 90'. De Gea sólo tuvo que aparecer en el 57' porque Cesc le sacó la más clara del partido antes de que Thiago le diera un relevo que siete minutos antes le había dado Aduriz a Morata.
Alrededor del 70', Silva se sacó un pase de arte para Alba, al que un control un centímetro largo le alejó del gol ya casi en el borde del área pequeña. Un cabezazo de Aduriz siguió siendo insuficiente para materializar el progresivo avasallamiento español.
Aún movió otra pieza de la punta Del Bosque, con Pedro, de naturaleza eléctrica, en lugar de Nolito. Pero no era la tecla que había que tocar. España seguía con su vicio más característico, tocando y tocando con ese afán estético e incomprensible de querer llegar de pared en pared adentro de la portería rival. Paradójicamente, sólo pudo celebrar el gol tras una renuncia al estilo: directo y por arriba, de la bota de Iniesta a la cabeza de Piqué, que sí la supo meter.
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